La derecha
política, de Jaime Botín en El País
el 4 enero, 2014 en Comunicación, Cultura, Derechos, Economía, Ética, Libertades, Política, Sociedad
TRIBUNA
Que estos líderes ganaran la partida es
como que en América venciera el Tea party
Cualquier sentimiento de benevolencia que uno pudiera albergar para con nuestros
gobernantes, habida cuenta de la difícil corrida que les ha tocado lidiar,
desaparece ante los embustes, triunfalismos injustificados, atribución de
méritos ajenos como propios y demás falacias con que nos obsequian. En
recientes artículos, José Carlos Díez (EL PAÍS, 27 de diciembre de 2013) y
Joaquín Estefanía (EL PAÍS, 30 de diciembre de 2013) desmienten con datos
precisos las falsas buenas noticias y ponen donde corresponde el nuevo eslogan
del presidente según el cual “2012 fue el año del ajuste, 2013 el de las
reformas y 2014 será el de la recuperación”. En resumen, según Estefanía, “una
sociedad devastada por casi seis años de crisis económica y una gestión de la
misma muy deficiente, que no merece que la engañen más”.
Estos últimos tiempos parece que el rechazo a las actuaciones de la derecha
política alcanzan incluso a miembros de sus propias filas. Cabe sospechar que
hasta los fieles más acérrimos, aquellos a quienes incluso los mayores
desaguisados les parecen bien siempre que el responsable sea de los “nuestros”,
tendrían que sentirse incómodos. Aunque lo dudo. Las adhesiones tribales o
grupales son muy duraderas cuando el hábito de pensar ha sido erradicado o,
peor aún, cuando nunca ha sido inculcado. Según Salvador Sostres la mayoría de
los políticos de la derecha que van por ahí de liberales no son más que unos
horteras. Tal vez sería útil indagar sobre el posible fundamento de esta
opinión. El hortera es víctima de una confusión: en su escala de valores lo más
alto no es lo mejor sino lo que más brilla. De entrada, si no fuera por los
efectos contaminantes, los horteras serían inofensivos, pero a la vista está
que esta gente es peligrosa. ¿Acaso ignorar los valores estéticos puede ser
indicio de similar olvido en cuanto a los valores éticos? La corrupción, la
mentira, la arbitrariedad, la prepotencia, la capacidad de seguir adelante como
si tal cosa cuando la policía judicial registra la sede del partido durante 14
horas, ¿eso qué es, falta de sensibilidad estética u olvido de la ética?
Cuando las medidas de austeridad tomadas por el Gobierno llevan a una
“devaluación interna” que castiga sobre todo a las rentas más bajas, retrasando
además la recuperación del consumo interno, esencial para el crecimiento;
cuando la factura eléctrica resulta insoportable para muchas familias pero no
se puede subvencionar porque peligraría la cifra del déficit, la misma razón
por la que hay que reducir o liquidar las ayudas a Cultura, Investigación o
Educación y, sin embargo, las obras del AVE a Galicia no se pueden interrumpir;
cuando se congela el salario mínimo pero no se reduce el gasto corriente de las
Administraciones públicas, habrá que preguntar: ¿qué valores éticos, políticos,
económicos o estéticos se han sopesado? Sería curioso conocer cuáles han sido
los criterios debatidos para mejorar la seguridad pública según propuesta del
ministro del Interior o la reforma de la ley de educación o cuáles se barajaron
en una, supuestamente, “amplia” discusión que, según nos han dicho, precedió a
la publicación de este impresentable proyecto de reforma de la legislación del
aborto que ha merecido el aplauso de la extrema derecha francesa de Le Pen.
Brillante trabajo, culminación de este año 2013, un año para olvidar en el que
la clamorosa incompetencia de nuestra derecha política junto a la exhibición
sin tapujos de sus reflejos más reaccionarios obliga a suponer que aquí hay
algo que falla a nivel muy básico.
Para mí, al final, se trata tan solo de pensar. Pensar, en el sentido
socrático, es decir, ser capaz de reflexionar y hacer juicios de valor. Si
nuestros políticos reflexionaran con un mínimo de prudencia ellos mismos se
darían cuenta. Pero nunca aprendieron que “una vida sin examen no merece la
pena ser vivida” y olvidar a Sócrates suele tener deplorables consecuencias.
Fueron educados en el canon eclesiástico, según el cual pensar está prohibido y
los librepensadores van todos al infierno. Seguramente, nuestros actuales
gobernantes figuraron entre los primeros de la clase y así les luce el pelo. La
contrapartida es el drástico recorte de pelo en los ingresos, las oportunidades
y las libertades de los ciudadanos. Y digo ciudadanos, porque ciudadanas no
hay. Los que se disponen a aprobar esa ley del aborto, caiga quien caiga, no
consideran que las mujeres tengan capacidad para tomar decisiones por sí
mismas. Necesitan, obviamente, ser protegidas, como seres inferiores que son y
más en asuntos graves como este del aborto. Aquí se requiere la autorización de
dos médicos y mejor tres, también un psiquiatra. Por supuesto, a la cárcel no
van a ir, faltaría más. Los únicos que en este régimen irán a la cárcel son los
hombres, titulares plenos de derechos y obligaciones. El ministro de Justicia
lo ha explicado muy bien, pues además de destacado jurista es excelente pedagogo.
También ha dicho que es hora de quitar a la izquierda la bandera de la
moralidad y no es extraño que lo diga. La Iglesia conservadora y el Opus Dei no
pueden perder esta oportunidad de recobrar las enseñanzas de San Pablo, cuya
doctrina sobre las limitaciones de la mujer y la necesidad de proteger al
cristiano de sus asechanzas diabólicas mediante su sumisión absoluta es,
seguramente, el asunto más importante para los ideólogos religiosos del
Gobierno. También es el más peliagudo que tendrá que afrontar, tarde o
temprano, el papa Francisco: la liberación de la mujer, su equiparación con el
hombre en el seno de la Iglesia como la ha alcanzado en todo el Occidente. Si
no consigue eso quedarán devaluados sus esfuerzos por la redención de los más
necesitados. Y no lo va a tener fácil.
Por eso, lo de dejar atrás el miedo, como también nos exhorta a hacer Rajoy
en el nuevo año, se presenta problemático. Si la derecha política gana la
partida aquí es como si en América se impusiera un partido republicano dominado
por el Tea Party, los herederos del Ku Klux Klan. Algo parecido a un poder
integrista religioso, pero en América, y allí funcionan muchos contrapesos.
Aquí sería distinto: sería para dar miedo.
Jaime Botín es alumno de la
Escuela de Filosofía. Fue presidente de Bankinter entre 1986 y
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San Miguel de Meruelo,
5 enero 2014
Sr. D. Jaime Botín . ExPresidente Bankinter.
Querido Jaime:
Me permito, de nuevo, enviarte esta misiva pública en
la confianza de que apreciarás su contenido o, siquiera, para que puedas juzgar la sorpresa que me ha producido tu última reflexión en El País. Vaya
por delante que no es muy importante lo que yo pueda opinar, pero tengo la
sensación de que, en general, somos bastantes los impactados, con una
inevitable confusión, por el contenido
de tu escrito que, de paso, y debes apuntarte ello a tu favor, está redactado
con un estilo refinado, brillante y hasta sutil sin dejar, por ello, de ser una
crítica del sistema del que siempre he pensado formabas parte.
Haces un buen repaso de la actualidad más candente y
no renuncias a señalar culpables que, si me lo permites, enlazaría con tu otra
reciente soflama recomendando un poco más de moral, digamos, calvinista, que tú
aconsejas y que ya he comentado en otra entrada/carta a ti dirigida del blog.
De verdad, Jaime, eres sorprendente. No puedo
imaginarme tu análisis sin recordar al bueno de San Pablo que solamente se vió
a salvo de la intransigencia que da la fe por otra vía aún más obtusa y que yo
describiría como penosamente reincidente, sin Calvino por medio, gracias a su
caída del caballo que ciertos analistas explican como un ataque de epilepsia
provocadora del cambio de rumbo. Supongo que este no es tu caso y que la
salvífica revelación te ha llegado, tras tantos años de involuntario
sufrimiento soportando a los tuyos, por tu apreciada dedicación al estudio de
la filosofía en lo que se ve es tu camino de Damasco. Siempre te queda la posibilidad de peregrinar a Canosa como el Emperador germánico, con sayón de esparto, y postrarte ante el Obispo de Roma implorando la readmisión. Créeme que valoro
cantidad tus reflexiones y citas a la necesidad de ética con estética, nada más
kantiano, y hasta tus consideraciones respecto al pensamiento socrático, si
bien aún esté por ver si el prohombre no se suicidó por no poder soportar a su
mujer Xantipa, fuente de continuos agravios, y no por la presión ciudadana de
los mismos imbéciles, salvando las distancias, que tú pones al descubierto. Yo,
de verdad, opino que lo primero tiene más base si lo histórico se contempla a
la luz de la lucha diaria (un servidor no sufre por esa causa; todo lo
contrario).
Arremetes contra la derecha sociológica de este país
con una crudeza manifiesta y te lo van a reprochar porque, seguro, estos
individuos no lo esperaban de uno de los “nuestros”. Hasta a mí y muchos como
yo, nos has sorprendido por tu brillante aportación, certera y también, por qué
no decirlo, chocante. Supongo que a estas alturas de la vida, ya situado y,
como diría alguien del pueblo, con “el riñón bien forrado”, puedes permitirte
el lujo de poner a parir el sistema del que creíamos formabas parte bien integrado.
Más o menos como un servidor, disfrutando de una modesta pensión que, por
cierto, fue disminuida en su día gracias a las trapacerías de un empleado del
Banco de Santander del que eres accionista importante junto con tu hermano
Emilio, el mismo que en tu presencia, en Junta General, dando una muestra
exquisita y generosa de la ética y la estética cuya escasez ahora fustigas,
justificó no cesar, a petición de un accionista, al Consejero Delegado del
banco condenado nada menos que por “estafador”, “porque no ha causado perjuicio
alguno al banco ni a ninguna de sus empresas”; solamente se había quedado con el dinero de unos clientes. Ni por lo más remoto quisiera
que estas precisas referencias, conocida, confirmada, tu preocupación por la
rectitud de las conductas, te enemisten con la familia, pero espero comprendas
la sorpresa del personal, entre los que me encuentro, ante ciertas actitudes. Y,
sin embargo, vivo tan feliz esperando que este Gobierno de mentirosos me suba
la pensión un 0,25% porque no puedo esperar nada desde Suiza; me cancelaron la
cuenta por tenerla en números rojos. Sin vista previa, te cambio los saldos.
Lo dicho, Jaime, gracias por tu valentía, tu cortante
labor de cirujano social y denunciante de malformaciones. Vas a sufrir, a
partir de ahora, ataques sin cuento y los “tuyos”, si pudieran, te eliminarán
de sus listas de jubilados ilustres para incluirte solamente en la de
prestamistas. Una desgracia.
De verdad, Jaime, aprecio tu denuncia y estoy seguro
de que no tiene nada que ver con lo que recomendaba Groucho Marx: “Si no te gustan
mis principios, aquí tengo otros”. Porque, paradójicamente, tienes razón en
todo lo que dices, pero no puedo dejar de pensar que eres un magnífico
estratega o un no menos ejemplar cínico. En el primer caso habría que lamentar
tu subliminal prudencia durante tanto tiempo; en el segundo tu maquiavélica
actitud en persecución del triunfo final: “Como fuerza social, un individuo
vale por noventa y nueve con un solo interés”. J. Stuart Mill.
Quiero que aprecies que uno, dentro de su pequeñez,
también denuncia aunque no disponga de las páginas de El País. Estoy seguro,
confío en que así lo estimes, de que corro más riesgos que tú.
Por si te interesa, y lees esta carta, copio los blogs
en los que relato mis cuitas. Hazle partícipe a Emilio. Gracias.
Un cordial saludo,
Eugenio de la Cuesta Gutiérrez